Iba por una calle, era de noche y sentía como la brisa era fuerte, los arboles se movían fuerte como cuando hace alguna tormenta, pero el cielo estaba estrellado, no tenía intenciones de llover mas sin embargo la brisa era fuerte. No sabía a dónde ir, me senté en un banco de la plaza y él se sentó a mi lado. Recuerdo que no dije una sola palabra, una mirada fue suficiente para que desnudara mi alma, él sabía exactamente lo que me pasaba aun sin que yo se lo fuera contado, sabía que estaba en ese lugar porque no tenía a donde ir, tenía muchas preguntas sin respuestas. Me extendió la mano como queriendo decirme “ven acá”, no dude en darle la mía; me abrazo y me tire como un niño en sus piernas, lloraba muchísimo, golpeaba con mis puños el banco donde estábamos sentados, preguntaba cosas como: ¿Por qué? Y decía cosas como “¡Es injusto!”, paso un largo rato y mientras lograba calmarme solo se limitaba a pasar su mano por mi espalda y mi cabeza, no decía una sola palabra, al pasar el rato logre levantar mi cara, él saco un pañuelo y me lo dio, logre limpiar mi cara, y al verlo, me di cuenta que lloraba tanto o igual que yo. Solo miraba las inmensas lágrimas que caían por sus mejillas, él no era capaz de decir una sola palabra. Lo abrace muy fuerte, y mientras lo hacía no dejaba de pasar su mano por mi espalda. Al cabo de unos minutos me dijo: “Vayamos a casa”. Nos fuimos caminando.
Durante el camino me dijo, “…la vida suele ser injusta, hay mucha maldad, mucho dolor, muchos rencores, a veces creemos que estamos en capacidades de exigir y ni siquiera nos tomamos la molestia de dar. Todo lo que sucede aquí debajo del cielo tiene una razón de ser, un por qué, algo que no entenderemos sino cuando sea el momento adecuado, para Dios no hay errores, todo lo que hace tiene un propósito, a veces creemos que él se esconde de nosotros y no es así, somos nosotros los que nos escondemos de él, cada día, cada mañana que despiertas él está allí cuidando de ti, mirándote, esperando que le prestes atención, pero no lo haces porque solo piensas en los afanes de la vida. En esta vida nada nos pertenece, así como las cosas vienen se van. Incluso nosotros algún dia nos iremos, tenemos miles de preguntas y pocas respuestas. Pero hay una buena noticia, el dia que mueras, que puedas estar cara a cara con Dios podrás preguntarle todas tus interrogantes, una a una y tendrás una respuesta, y te darás cuenta que no era necesario afanarse aquí en la tierra. Sientes la brisa fuerte, eso proviene de Dios, él está aquí ¿Crees en esto que te digo Alexander?…”
Le respondí que si, y solo baje la mirada… Llegamos a la casa, nos fuimos a la cama. Le dije: “no te vayas, quédate conmigo” a su lado sentía paz, tranquilidad, seguridad, confianza. No quería que se fuera, sentía que las cosas marcharían mejor si se quedaba. Y me respondió: “No me iré, siempre estaré aquí a tu lado aunque no me veas ni me sientas, ¿si te digo que *Todo estará bien y confíes en mi* lo harás? ¿Confiaras en mi?” Le dije: Si, confió en ti y me quede dormido.
Al despertar vinieron estas palabras a mi mente *Todo estará bien, confía en mi* pude entender que había soñado con mi papá. Hacia tanto tiempo que no soñaba con él, que no lo sentía tan pero tan cerca, fue algo tan real, sentía que no estaba soñando, para mí fue real, me dolió despertar y ver que solo fue un sueño. Pero recordé cada cosa que me dijo y entendí que no estoy solo, que sigue a mi lado aunque no lo vea, aunque no lo sienta. Y comprendí que aunque no entienda la voluntad de Dios todo tiene un propósito y una razón de ser, él es real.
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